.rodeada de puntos suspensivos. imaginada serie polaroid.

viernes, 28 de noviembre de 2008

.instantáneas.

























[la feria. nicola palmieri]

and the tea jazz club everywhere deflating....
en un tea jazz club, en la esquina del mundo, escuchando a fito páez
feelin' a bit sinister

la intención de escribir un cuento en el que lo importante estuviera escrito al reverso de la imagen... postales de Sevilla que me entregan el piso con grecas de mis sueños de paredes de un azul viejo

domingo, 9 de noviembre de 2008

.la.costa.brava.

Odio no tener más tatuajes; que las personas menos indicadas se presenten como inspiradas por cineastas rusos y se las den de “culturosos”. Odio tener que leer una novela de mil páginas y que no sea producto de mi voluntad. Odio que la música española me fascine, me envuelva en mundos que aluden al “vermú”, piedraluna y muchos otros nombres o títulos o frases que a mí me hubiera gustado incorporar. Odio buscar películas españolas en la televisión; encontrarlas, sonreír la novedad de algunas y visitar lo conocido de otras; no haber visto la filmografía completa de Almodóvar. Odio leer las palabras de aquel que tiene mi nombre y que es, en cierto modo, paralelo a mí y querer robarlas por que expresan justo lo que yo quiero gritar. Odio no entender las razones ajenas o estar mínimamente cerca de descifrarlas. Odio no estar zambulléndome en el mar. Odio querer unas putas botas negras y no encontrar aquellas que me encanten. Odio no tener una playera de Russian Red y no haber visitado Oviedo. Sentir que me faltan horas, tiempo para todo. No entiendo por qué presté el único libro de Piglia que tengo, sin haberlo concluido. Al leer la historia de la mujer que consulta el I-Ching para casi todo, me dí cuenta que no me dan ganas de querer pensar en historias que valga la pena contar; con mounstros deslumbrantes como esos, ya todo está dicho. Necesito leer más poesía en voz alta, encontrarle el ritmo a las cosas. El sentimiento de los días caracol y la lógica de los pequeños detalles. Odio no saber respetar las fechas de caducidad y no haber visto más de Buñuel. Estoy segura que en algún momento dejaré de tratar de dilucidar tus mentiras, descifrarte. Adoro el sinsentido. La Cantante Calva. Ionesco y sus rinocerontes. Todo vale cuando me cago de risa sin razones y no puedo parar. Quiero explorar más y más la sonoridad: Pescado Rabioso. Adoro la palabra transoceánica. La estética musical de los puertos. Quiero despertar en el mundo de Ubú o ya, mínimo, en un banquete Bakakaï. Cuando alguien quiere comprar una gatito, por el placer de nombrarlo Bakakaï, encuentro el mejor argumento para explicar que ese alguien forme parte de mi microcosmos. Amo el eclecticismo de Kevin Johansen. Quiero una hamaca. Tengo urgencia por acomodar las imágenes que faltan en mi pared. Siempre pienso que hubiera sido brutal haber nacido en el Berlín de los años treinta, haber vivido en París en el 68, yo como actriz de cabaret o hippie de comuna. Me gusta pensar en mí misma como alguien no tan predecible, multifacética, no sé que tan fundada pueda ser mi ilusión. Cada vez estoy más convencida de que no puedo pasar un momento más sin ir a Xilitla y no hago nada al respecto. A veces, soy tan simple que un título como “Mi perrito librepensador” asegura mi aprobación. Me gustaría que mi conocimiento musical fuera más específico y se remontara a los griegos y fenicios. Debería de meterme a clases de flamenco y retomar las prácticas musicales que dejé abandonadas hace años (sólo que ahora en vez de guitarra acústica me gustaría el bajo, guitarra eléctrica, igual y el saxofón o, en el peor de los casos, guitarra acústica enfocada a bossa o blues o en algo más que mi “Piedras rodantes” de aquellas épocas). Me gustaría escribir un cuento que evocara lo que en mí evoca escuchar a Mecano; encontrar mi ruido secreto. Ser clara y explícita como una imagen.

.peligroso.pop.

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